Depresión




Puedo escribir
xxxxxxxxxxxxxuna enciclopedia de soledades,
xxxxxxxxxxxxxun tratado de ausencias,
xxxxxxxxxxxxxuna carta de navegación que guíe a ninguna parte,
xxxxxxxxxxxxxun manual de cómo perder guerras,
xxxxxxxxxxxxxun discurso para decir a nadie,
xxxxxxxxxxxxxuna revista de pasatiempos para las noches en vela,
xxxxxxxxxxxxxun vademécum de fármacos letales,
xxxxxxxxxxxxxuna carta de amor a una pena.

Los versos más tristes no, porque ésos ya se escribieron.

Habito en la fosa común
del cementerio
de la necrópolis
de la ciudad de los muertos.

Soy un vivo muriente. Paradigma de la agonía. Prueba absurda de resistencia.

Terror nocturno


De niño pasé terror nocturno....
La empresa de mi padre fue comprada por una multinacional. Él, con otros muchos, fue invitado a marcharse, es decir, o continuar bajo el yugo de un nuevo contrato leonino, o coger la indemnización legalmente establecida y a la calle. Supongan que tan leonino era el contrato si un hombre ya maduro con hijos a su cargo optó por coger la plata. Con el dinero recibido se decidió montar un negocio, le venía de familia, sabría hacerlo. Imaginaos los principios, la incertidumbre de no saber si aquella tienda iba a cuajar se instaló en casa como una densa niebla que lo empapaba todo.
Recuerdo estar acostado sin poder dormir, porque yo, un niño, estaba preocupado por lo que nos podría pasar si aquello no funcionaba, porque yo, un niño, sentía por primera vez miedo del mañana. Terror nocturno.

La esperanza

Sí existe el amor. Que yo lo vi.
No llama la atención porque viste de diario. Porque las expectativas sobrepasan siempre al resultado del concepto. Pues en verdad nunca gana, pero no es menos cierto que jamás pierde. Que siempre está ahí, con las manos destrozadas de agarrarse a todos los clavos ardiendo. Que cuando habita un espíritu desierto sobrevive en forma de egoísmo hasta que su anfitrión sienta plurales los deseos.
El otro día la calle estaba embuchada de toda clase de vehículos, maciza. Llovía, ya sabéis: no valen los cláxones más que para desahogarse, tampoco sirven los semáforos, y se desconoce quien fue primero, si el agente municipal o el embotellamiento. Allí estaba yo: atrapado en un atasco de proporciones capitalinas. Noté primero el cambio en el gracejo de los pitos, ya no insultaban ni se quejaban, ahora el tono era unísono, apremiante, avisaban a la manada de que algo iba mal, que había que estar atentos. Al rato se escuchó una sirena acercándose, no me sorprendió, mis congéneres me habían advertido... Suspiré... "Lo que faltaba", me dije... "A ver ahora por donde viene"...
A medida que aumentaba el volumen del lamento sintético arreciaban más los pitidos, la progresión del jaleo me afilaba los nervios, miré hacia atrás pero aún no se veía venir la urgencia. Hubiera querido que se desviara por una bocacalle evitándome así problemas. No fue así. Pasados unos minutos las luces anaranjadas centelleaban en el retrovisor y los aullidos me resoplaban en el cogote... Instintivamente embragué y metí primera ...
Creedme cuando os digo que, desbaratando mis leyes de la física, surgía un carril al apartarnos todos y cada uno de los conductores con ese propósito concreto, por el que colaba como una flecha una ambulancia que venía haciendo la contrarreloj más seria.
Pensé entonces que no era necesario estar frente al mar rojo hace milenios, junto a un señor con túnica, barbas grises, cayado y cara de Charlton Heston, para presenciar el milagro de que se retiren las aguas para dejar pasar al sufrido pueblo.
Lo he visto. Lo sé.

Diatriba


Tengo dos opciones, no escribir más que mierda tristemente pesimista, o dejar chance a la esperanza.
Próximamente hablaré de la esperanza. No se puede habitar constantemente en el desaliento.
Además, puede que esté siendo injusto. No hace tanto tiempo que creía más en la bondad de las personas. Puede que me esté haciendo viejo, nada más, nada menos...

El fin y los medios


La institución de la iglesia es el custodio del mensaje más transgresor que he escuchado: el amor como sentido de lo humano. Al menos para mí, ésa es la revolución pendiente. La misión de la iglesia es conservar ese mensaje para las generaciones futuras. Aquí viene el problema: la institución tiene el convencimiento que si ella desaparece, desaparece el mensaje. Así, con el objetivo de pervivir, la institución actúa en ocasiones en contra del mensaje. Es decir, la importancia del fin justifica cualquier medio.
Ahora el mensaje está lastrado por la institución, pero la institución, mal que bien, custodia el mensaje. ¿Merece la pena conservar el mensaje del amor si a cambio hay que mantener la institución a cualquier precio? ¿Realmente sin la institución no sobreviviría el mensaje? ¿El triunfo del mensaje llegará cuando no necesite de una institución que le guarde?

Paternidad


Siempre me he preguntado como miraría Hitler a sus hijos. A menudo pienso que los hijos son la coartada perfecta para ser un cabronazo integral y poder dormir a pierna suelta a pesar de ello. Son la causa por la que merece la pena morir, pero también son la causa por la que merece la pena matar. Las causas por las que se daría la vida son peligrosísimas, pues si justifica el fin de la propia vida, con más razón justifica el fin de la vida ajena.

Veo a diario a los padres de familia entrar en casa después haber estado puteando de lo lindo por ahí fuera. Les veo acariciar las cabezas de sus vástagos con las manos embadurnadas de sangre y de despojos de sus víctimas (ese compañero del trabajo que has apuñalado, ese hermano al que has jodido, ese amigo que has engañado...). Veo como se lavan las manos del horror que han provocado en las desvalidas miradas de sus niños, en la luz de sus sonrisas.

Vaya coartada, los hijos.
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Posdata: agraviados dirigirse a "Paraíso perdido".

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Mitácora es una expresión del instinto de supervivencia.