El primer signo inequívoco de envejecimiento es la desconfianza hacia la juventud.
Y vejestorio es quien la condena.
Mi bitácora... Mibitácora... Mi(bi)tácora... Mitácora... ¡Mi + Bitácora = "Mitácora"!
Te veo, con la carne aún tibia de sueño (lo sé porque la he tocado), ponerte el tanga y el sostén, como Juana de Arco ajustándose la armadura antes de guiar en otra carga suicida a su tropa alucinada (¿es acaso amarme el designio que te susurraron en el jardín las voces de los santos?).