Voyager


A quien me halle. Con quien me cruce en el camino. Que sepa que provengo de uno de tantos de esos astros con vida propia y cierta inteligencia, que en algún momento terminará engullido por el colapso de la estrella que le ilumina. El habitante de ese mundo, consciente de la finitud del tiempo, espoleado por la necesidad de comunicarse con otros seres, en un alarde aventurero de romántica osadía, ha lanzado esta sonda personal, “Mitácora”, al espacio profundo, sin ton ni son, sin dirección, sin sentido, sin destino, a la buena de dios, por ahí, a ver qué pasa. Aquí se indica cómo alcanzar el lugar del que procedo, y también, los textos y los paisajes que mejor describen la manera de vivir de la gente que me creó. Ignoro si para cuando me encuentren mi planeta de origen continuará activo. En caso de que dando respuesta a este reclamo alguien tope con una roca ya inerte, sólo ruina, al menos que se arrogue el mérito de haber descubierto una civilización extinta, que conoció y amó a principios del siglo XXI. Sinceramente, observando la gélida inmensidad por la que derivo, no albergo demasiadas esperanzas de culminar mi objeto, pero ya se sabe, la esperanza es lo último que se pierde, ése es el signo de la estirpe de mi hacedor, y a él me debo.

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