Frustración


Esa terquedad en no cumplirse que muestran los sueños...

Cuestión de fe


No es que ganen siempre los malos, es que sus triunfos no son victorias.

Lo sé, ahora tengo que creerlo.

Resistencia













xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAlzaré altos los muros
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque defiendan nuestro amor.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx¡Ay lo que hay ahí fuera!...

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxCarroñeros de cariño
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxmerodean los contornos.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxMuertos de hambre que rondan
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxnos jalean los deslices,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcuando olvidamos la esencia,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy el odio nos produce
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxdientes con que desgüazarnos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxhasta no reconocernos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde los cachos de cadáver
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque esparcimos por el firme,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsobre los que se abalanzan
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxávidos de su alimento.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxUna vez que se han saciado,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxnos querrán hechos chatarra,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxgozosos de recibir
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa otros nuevos semejantes.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNo te asolen los temores,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxel amarse les remuerde
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(su contrario les refuerza),
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcada ofrenda de ternura
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxentre nuestras manos, armas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxson de construcción masiva.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxQué responsabilidad,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx¿eh?, ser de la resistencia...

Praxis amatoria


Sólo quiero amarte. Quiero hacerlo y no decirlo. El amor se hace. Así lo clama la pornografía con su paroxismo de la técnica, los jipis que van hasta arriba de ingenuidad, los jóvenes que vierten su incontinencia hormonal por las esquinas y Jesucristo según San Mateo, el de “por sus hechos les conoceréis”. Tanto ilustre personaje no ha de andar descaminado.

Quiero hacer amor. Como pica la piedra el reo, concentrado únicamente en dar otro golpe de mazo sin pensar en el resultado del esfuerzo. Quiero hacer amor. Como hace revolución un activista, repartiendo pasquines por la calle mientras escapa de la policía política. Quiero hacer amor. Como se unge en sangre de toro el torero, seduciendo a la muerte con la posibilidad de atravesarle el pecho.

No sobaré al amor con palabras vacías. Hoy no, al menos. Hoy pasaré a la acción. Hoy iré a buscarte al final de la jornada. Hoy regresaremos a casa juntos de la mano mientras charlamos. Y que el mundo gire, pero contigo dentro.

¡Bum!


No estoy bien…
xxxxxxxxxPierdo el pie…
xxxxxxxxxxxxxxxxxxVoy cayendo...
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.

Entonces te echo mano...

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.

Entonces te echo mano...

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.

Entonces te echo mano de un zarpazo,
enclavo como garfios en tu carne
mis uñas aceradas por el miedo,
socavo con pezuñas angustiado
estribos que al apoyo lloran sangre
de estragos que provoco al pataleo.
Evito así el abismo en el que caigo
trepando sobre el alma que me abres
de fuga al desenlace que da el suelo,
y encuentro en tu mirada si la alcanzo
sonrisas de cariño rebosantes,
conjuros al terror en que me encuentro.

Urbano (5)


La ronda es la acción de visitar los distintos garitos situados a una distancia tal que no comprometa la autonomía pedestre de los concurrentes, pues tienen que regresar a sus domicilios andando. En cada una de las paradas del trayecto se bebe, si no, no se entra. Cada cual toma lo que quiera, siendo el vino y la cerveza los artículos más demandados. El vino, antaño prácticamente único producto que se ofertaba, ha ido cediendo cuota de mercado a la cerveza, el fermento de gramínea se ha popularizado entre los jóvenes y entre los delicados de salud debido a su menor vigor alcohólico, eso sí, tanto el uno como la otra siempre de género nacional, nada importado. Se toma una consumición por bar, no se repite, para eso está el siguiente, si alguno tiene prisa que se calme y espere, no hay nada peor que beber con ansia, si alguno no acaba de apurar la suya que arree, estar tanto tiempo en un mismo sitio agobia. No han de seguir todos el mismo itinerario, cada cual tiene su propio camino, y mientras lo recorre, a veces coincide con los otros, a veces no. Dentro de la ruta habrá bares que se repitan casi invariablemente los mismos días a las mismas horas, de esta manera cualquiera que esté iniciado podrá juntarse a la ronda cuando mejor le convenga. Todos los días hay ronda, con participación desigual dependiendo de si hay que madrugar mañana, de la estación del año o de la temperatura ambiente. Al llegar se saluda colectivamente con un buenos días, tardes o noches, según el momento, se toma posesión de un trozo de barra libre que le permita estar situado suficientemente cerca de los demás ronderos, pero disponiendo de espacio vital alrededor para no sentirse vulnerado, acto seguido se pide con firmeza lo que se va a consumir. Ante un cliente habitual el camarero suele encerrar entre interrogaciones la bebida acostumbrada del recién llegado, ¿caña?, diría, y el preguntado, con una mirada aseverativa confirmaría el pedido, esto le confiere prestigio ante la parroquia, acreditando que no es un aficionado el que para. Si el camarero ni siquiera pregunta, simplemente le recibe con una sonrisa y le sirve, se sabrá que se está ante un verdadero profesional.
Urbano era un verdadero profesional.Todo el mundo sabía que bebía clarete.

Voyager


A quien me halle. Con quien me cruce en el camino. Que sepa que provengo de uno de tantos de esos astros con vida propia y cierta inteligencia, que en algún momento terminará engullido por el colapso de la estrella que le ilumina. El habitante de ese mundo, consciente de la finitud del tiempo, espoleado por la necesidad de comunicarse con otros seres, en un alarde aventurero de romántica osadía, ha lanzado esta sonda personal, “Mitácora”, al espacio profundo, sin ton ni son, sin dirección, sin sentido, sin destino, a la buena de dios, por ahí, a ver qué pasa. Aquí se indica cómo alcanzar el lugar del que procedo, y también, los textos y los paisajes que mejor describen la manera de vivir de la gente que me creó. Ignoro si para cuando me encuentren mi planeta de origen continuará activo. En caso de que dando respuesta a este reclamo alguien tope con una roca ya inerte, sólo ruina, al menos que se arrogue el mérito de haber descubierto una civilización extinta, que conoció y amó a principios del siglo XXI. Sinceramente, observando la gélida inmensidad por la que derivo, no albergo demasiadas esperanzas de culminar mi objeto, pero ya se sabe, la esperanza es lo último que se pierde, ése es el signo de la estirpe de mi hacedor, y a él me debo.

Soledad


El infierno es sentir la ausencia de dios.

No. De eso nada.

El infierno es sentir la ausencia de dios en el paraíso.

Vaivén (sexo 5)


Como en el principio

el agua viva abordó a la tierra mascando rocas y lamiendo arenas,

yendo y viniendo

siempre,

hasta que aprovechando la pleamar más ambiciosa

una gota fecunda echó raíces,

así ahora entro en ti,

yendo y viniendo

siempre,

hasta hacer de las olas espuma de rompiente

que recorra las torrenteras que en ti convergen

al reclamo de un trozo fértil al que prenderse.

Mentiras piadosas

Llevo el zoológico por dentro, la casa de fieras donde encierro lo que no quiero que veas. Tengo a buen recaudo la desesperación, el miedo, la pena. Todo lo que me afea. Enjauladas y con foso de defensa. Pero no puedo matarlas porque no soy yo sin ellas. Tú las detestas. Por eso las oculto donde no llegas… Al caer la soledad, unos débiles rugidos hacen que las sienta... Ya sé que estáis ahí mis queridas bestias. No puedo dejaros salir, no tenéis conciencia. Temo de lo que seáis capaces estando hambrientas.

Como la vida misma


De mi primer empleo me despidieron porque un presunto hijo no matrimonial del hermano del dueño de la empresa no tenía ocupación en ese momento y le pusieron a él en mi puesto de trabajo.

Urbano (4)


Urbano acudía a los bares para las grandes ocasiones de su vida, bien porque el relieve de la circunstancia en su existencia le hiciera preferir vivirla acompañado, bien porque le apeteciera sin más compartir con el prójimo ese momento. Los visitaba para rellenar la quiniela, cumplimentar cualquier impreso que reclamara patente asesoría, ver el fútbol en los canales de pago, atender al parte televisado si la actualidad traía enjundia, hacer la llamada telefónica semanal a su madre, mirar la prensa, meditar si ese fin de semana marchaba al pueblo... En realidad continuaba con la conducta adquirida en el pueblo. Allí se bajaba al bar cuando no había qué hacer, lo cual era raro, pues siempre salía algún chapuz, en la casa o en las tierras, o cuando no, había que echar una mano a alguien. Sin embargo ahora, terminada la jornada laboral le llegaba el ocio puro, junto y de una vez, y Urbano, si no tenía una herramienta en las manos tenía un vaso, con la salvedad que aquí no había cuatro establecimientos sino ciento, a causa de este exceso de oferta abusaba algo de su único entretenimiento, de momento nada serio, a lo sumo, alguna vez se había levantado con una sensación de abotargamiento que con el primer café de la mañana desaparecía.
De coincidir en los mismos bares, Urbano había ganado la confianza de parroquianos que como él, encuentran distracción en tomar un chato acompañado. Le entretenían las conversaciones intrascendentes de la barra, versadas en generalidades y tópicos, dulcemente descomprometidas, salvo cuando después de unos cuantos vinos a alguno se le escapaba un vertido de intimidad a la charla, hacíase entonces un silencio breve, para continuar con las livianeces una vez que el grupo se sobreponía del indecoro emocional del de turno; todos tenían problemas y no estaban allí para solucionarlos, callaban ante el desahogo ajeno y continuaban hablando pasados unos segundos. Aquella tácita sociedad de consumidores guarecía peculiarmente de la soledad a sus miembros. Sus relaciones estaban circunscritas al recinto tabernario en el que discurrían, rara vez traspasaban esa puerta, generalmente cada uno entraba solo y salía por su cuenta, aunque probablemente muchos vinieran o fueran al mismo sitio. De hecho, para evitar una situación violenta ya se preocupaban ellos de escalonar el término de sus bebidas, vigilándose el nivel de los vasos mutuamente para no acabar dos al mismo tiempo, así evitaban que se diera la ocasión de compartir trayecto. Paulatinamente, se iban despidiendo uno a uno como si ya no fueran a encontrarse, indicando su partida con frases como, “Venga...”, “Hala: marcho...”, “Antes de ir a casa lo mismo me paso por donde el Jose....” Y así, sin prisa pero sin pausa, abandonaban uno a uno el local, dejando al último la responsabilidad de despedirse del camarero. No obstante, bien es sabido que el roce hace el cariño, eso, o que mucho pesan las costumbres, es por ello que si algún asiduo faltaba una temporada, los presentes se preguntaban por él, a ver si alguien le había visto cruzando el puente o andando por el barrio, más que nada para saber si tenían que beber para exorcizar alguna desgracia. Cuando el ausente volvía, jamás se le pedían directamente explicaciones.

Así eran los ronderos. Ronderos porque hacen ronda.

Oda al lector desconocido


Mantengo la casa limpia y ordenada, para que cuando vengas te sientas cómodo y todo esté en su sitio, tal y como te gustaría que estuviera, tal y como lo dejaste la última vez que estuviste. Aguardo tu visita, ésa es mi razón de ser, para lo que fui creado. A diario repaso todos los cuartos, se te podría antojar entrar en cualquiera, vigilo que nada se haya descolocado, quito el polvo acumulado, friego el suelo, pongo especial atención al baño, repaso las hiendas de los azulejos… Abro la nevera, confirmo que no falta de nada, he traído algún capricho, de ésos con los que te chupas los dedos, salió algo caro, pero qué coño, un día es un día. He de hacer placentera tu efímera estancia, es indispensable, así me aseguro de que regreses. Te necesito. Nunca te lo confesaré, no porque me falten arrestos, es que no quiero espantarte con la seriedad del compromiso, y eres lo único que tengo. Por eso me deslomo en tenerlo todo como los chorros del oro, por eso ensayo continuamente mi sonrisa de bienvenida, no puedo fallar, no puedo arriesgarme a que algo no te agrade, no puedo jugar a que no vuelvas, es excesivo el precio. Pero tranquilo, no te agobies, no soy posesivo, sal por ahí y diviértete, no me molesta, conoce gente, viaja, ten experiencias… Pero luego quiero que vengas. De tarde en tarde. Un ratito. A charlar conmigo. Aquí. En Mitácora.

Mi humanidad


Recuento una y otra vez los errores que he cometido. Eso me alivia, dan prueba que tengo algo que ver contigo, hijo de la sombra, huésped crónico de la unidad de cuidados intensivos, ser humano.

Urbano (3)


El barrio de Urbano se sitúa en la orilla opuesta a la que confina a la ciudad vieja, entre el río y la desembocadura del canal que perpendicular llega del norte, carretera hidráulica ejecutada en los tiempos en que la tecnología latía con ruedas dentadas, digería minerales sólidos en pesadas combustiones y emitía un ruido atronador, que ahora se usa para sostener regadíos y como incierto reclamo turístico. El obstáculo fluvial se vadea por un puente del Medievo, lugar de encuentro y saludo obligado para los convecinos, y por tanto de referencia, de manera que al tener que ubicar un emplazamiento siempre se comenzaba con la acotación, al otro lado, o no, del puente. Esta localización daba al barrio fama de arrabalero, que ciertamente le viene de sus orígenes, cuando la revolución industrial generalizada, llegada a estas regiones con un siglo de retraso, sustituyó las eras, huertas y conventos en viviendas para albergar a la clase obrera. Esta percepción socioeconómica plebeya estaba cambiando en estos tiempos de expansión metropolitana, considerándose ahora como una zona bien situada o semi-céntrica, en la que han ido asentándose en los pisos de nueva construcción individuos pertenecientes a la más pudiente clase media, asalariados cualificados y profesionales liberales, que cohabitan con el morador autóctono en aparente armonía.

Pornografía


Ojalá que mis textos tuvieran la misma fuerza de atracción gravitatoria que los primeros cinco minutos de una película porno.

¿Qué será?... (variación)


xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA saber qué fruto dará el rosal...

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNo quiero podar más la rama
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque azuza a la primavera contra el tiempo,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde jardinero a campesino
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxenfundo las tijeras y tomo los aperos,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxescojo la fruta madura a la flor efímera,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpermito descansar a los renuevos.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxVoy a sazonar contigo hasta la muerte.

Soy la mejor persona que conozco


En ocasiones pienso que soy la mejor persona que conozco.
Mejor que mis hijos, mejor que mi marido, mejor que mis padres, mejor que mis hermanos, mejor que mis amigos, mejor que mis compañeros de trabajo, mejor que mis jefes, mejor que mis políticos, mejor que esos otros, mejor que el de enfrente, mejor que todos mis congéneres.
Pensamiento inmundo que además de calificarme como imbécil, engreída y amargada, constata una dolorosa situación, lo absolutamente defraudada que debo sentirme.

Urbano (2)


Vivía sólo Urbano en la ciudad. Siguiendo el ejemplo de muchos convecinos allá que fue, dejando propiedades y padres en el pueblo. Aunque tardó más que otros en renunciar al terruño, porque era hijo único y no tenía con quién repartir los frutos de las tierras, lo que le hizo rentable durante más tiempo la permanencia en el medio rural que le había tocado. Pero el campo ya no daba como antes, a pesar de las subvenciones, el precio del secano no hacía más que bajar, “muchas hectáreas hay que tener para vivir del secano”, le contestaban a sus quejas en la cantina, “aún siendo tú solo...”, remataban. Reflexiones comunitarias que concluían irremediablemente en la necesidad de fundar una explotación mayor, comprando fincas, ahora que había tantas desocupadas, invirtiendo en maquinaria, contratando personal, buscando financiación... Urbano no se sentía ungido del carácter empresarial, jamás fue un emprendedor, además, cuarentón consumado como era, no se sentía ni con edad ni con ganas para enfrentar andanzas tales. Así que decidió dejarlo todo, cambiar de bando en el campo de batalla de la lucha de clases, y vivir únicamente de lo que le dieran por su fuerza de trabajo. No obstante, para si consideraba la mudanza como pasajera, pues contaba con la posibilidad de que el día de mañana el influjo y desarrollo de la cercana ciudad hiciera incrementar el valor del patrimonio familiar, pudiendo sacar una buena tajada con su venta; se sabía que había muchos intereses en que la capital se expandiera precisamente por donde tenía la finca, incluso ya se hablaba de apaños urbanísticos para quitar el epíteto rústico a las parcelas; ésa sería la oportunidad de regresar a la condición social y al pueblo que ahora abandonaba. Gracias a la influencia de paisanos bien situados, encontró empleo en una de las industrias auxiliares del automóvil que arremolinadas sobre las ubres de la marca mater, disputaba a sus hermanas de camada un puesto de mamón en la primera fila de los proveedores. Proporcionaban al último modelo de vehículo en el mercado componentes a un coste intolerable para los organizados sindicatos de la multinacional de haberse producido dentro, pero que externalizado en una pequeña empresa dejaba de ser tan indignante.
En un principio ocupó una habitación que quedaba libre en un piso de alquiler compartido por desplazados como él, pero enseguida se buscó hospedaje propio. No gustaba de mostrar sus manías al prójimo, no quería dar de qué hablar con hábitos muy queridos para él, pero que la convivencia coartaba. Como eso de estar cualquier noche recogido bajo manta, pronto, pues había que madrugar mañana, y bien entrada la noche ser despertado por una vaga inquietud en los cojones, remusguillo que no remitía tras la micción de rigor, con lo que marchaba al lupanar más cercano a calmarlo en manos de una profesional, regresando poco después manso a la cama para dormir como un niño. Los amigos están bien, pero cada uno en su casa y Dios en la de todos. La opción privada de alojamiento era más costosa, claro, pero él no tenía cargas aparte del propio sustento, sus padres tenían para ellos con lo de la pensión más las rentas de la tierra, por lo que no estaba tan condicionado por el control presupuestario. Situación desahogada, que aparte de permitirle disfrutar de modestos caprichos, hacía su existencia en la ciudad más plena. Al no estar obligado a transitar a diario por una línea de metro con tres únicas paradas, la de trabajar, la de comer y la de dormir, que únicamente los fines de semana, festivos y no laborales de convenio, abre el resto de los apeaderos. Así que andaba por el barrio con “el pitillo en los labios” y “el alma disponible”, que dijera el poeta*. La predisposición favorable a que empuja la soledad, el estar desocupado tras el trabajo, la sencillez de carácter propia del aldeano con que se desenvolvía, y el hecho de haber adoptado el inquilinato en una de las comunidades con más solera de la zona, consiguieron que se integrara pronto en el vecindario.

*Extractos del poema “Momentos felices” de Gabriel Celaya.

Hay pocas guerras


En el fondo hay pocas guerras. Entiéndase bien esto que digo, no soy un nostálgico de Malthus, no digo que debiera de haber más, al contrario, creo que la existencia de una sola es insoportable. Pero es que observando a diario las actitudes de las gentes, uno no puede evitar que le venga a la mente ese pensamiento.He visto lo que somos capaces de hacer por un plato de lentejas. Como actuamos exactamente de la forma que decimos a nuestros hijos que no se debe actuar cuando les pretendemos educar. Como nos quedamos tan horondos después de hacerlo, resoplando en una plácida siesta, acunados por los cuentos de las mil y una excusas. Y lo tremendo es que en el plato no hay lentejas, lo que hay es un nuevo modelo de coche, o vestir ropa de marca, o pasar veinte días de vacaciones en un hotel de la costa, o adquirir el último básicamente innecesario engendro tecnológico,… Eso, eso es lo que está en juego, por eso es por lo que no vacilamos en traicionar lo que nos separa de las bestias, que sin grandilocuencias, se llama moral o ética. ¿Se imaginan lo que seríamos capaces de hacer si el contenido del plato de la discordia fueran realmente lentejas? ¿La de justificaciones que podríamos pergeñar para destripar sin cargo de conciencia al de al lado?... ¿Ven como en el fondo hay pocas guerras?...

El verdadero valor de las cosas


Las cosas adquieren su verdadero valor cuando se comparten (el que lo probó, lo sabe).

Estambul


¿Sabes?... En Estambul los motoristas van sin casco. Cuando los veía pasar así de desprotegidos, pensaba en las graves lesiones que se podrían evitar si les obligaran realmente a llevar el protector craneal, sentía lástima de la ignorancia de aquellas pobres gentes en vías de desarrollo. No obstante, pasado el acceso de fatua condescendencia, me fijé en la expresión del rostro de los moteros otomanos mientras conducían, no pude evitar sentir envidia de la satisfacción que mostraba, imaginé la agradable sensación del aire azotándoles sobre la cara (con el calor que hacía...). Si es que todo no se puede tener en esta vida... Eso me pasa por presuntuoso...

En blanco y negro


Que conste que no tengo nada contra las máquinas. Pero es que yo empecé a escribir (por gusto, se entiende) a mano, con lápiz y papel, como me enseñaron en parvulario. La única innovación que introduje fue el uso del portaminas, siempre me ha gustado escribir con trazo fino, afilar constantemente la punta del lapicero se convirtió en una exigencia cansina. Por cierto, jamás me logré acostumbrar a escribir con tinta, corrijo obsesivamente, de manera que los folios terminaban demasiado tachados, me era más útil poder borrar con la goma. Lo del teclado vino luego. No… Si no me parece mal, todo lo contrario, si yo ya sólo tecleo… Además también tiene su encanto… Tac, tac, tac… Como el protagonista de una película del jólibu dorado… Y la de posibilidades que la tecnología da... Ahora hago, ahora deshago, ahora corto, ahora copio, ahora pego, ahora guardo… No echo de menos al grafito… Sólo me quedó residente la apariencia, el encanto de ver palabras negras sobre fondo blanco.

Ridículo


Ni un remordimiento por haber tendido la mano. Ni uno. Ni un orgullo herido por haber quedado en ridículo por ello. Ni uno. Es un lujo que no podemos permitirnos.

El sentido de tu orfandad o la serena hermosura de la cotidianidad


Quedas plenamente huérfana.

Ahora que escampó la lluvia negra
vienes a acurrucarte en mi regazo,
gata empapada,
alegando cualquier pretexto...

“Ya sólo me quedas tú…”,
ronroneas con el hociquito metidito entre mis pliegues.

Y en ese instante
sin duda
sé:
Que bajaré al averno.
Que desoiré el canto de las sirenas.
Que avendré a los Montescos con los Capuletos.
Que construiré un arca donde resguardar a pares las fieras.
Que acometeré a gigantes aunque resulten ser molinos de viento.
Que seguiré mal versando esta pantalla en blanco sin la menor vergüenza...
Con tal de volver esta noche de nuevo al tresillo donde te has quedado dormida frente al televisor, desconectar el aparato, despabilarte tenuemente, decir que es muy tarde y que ya es hora de acostarse, esperar que apruebes mi sugerencia, conducirte entonces abrazada a la cama mientras apago las luces que vamos dejando atrás con nuestros pasos, meterte entre las sábanas, arroparte, comprobar que tienes el despertador bien puesto, dar un rodeo para echarme por mi lado, una vez dentro, sentir como instintivamente te acercas, permitir que recuestes la cabeza sobre mi pecho para conciliar el sueño, darte un beso.

Cigarras vs Hormigas


Estoy harto de darme cuenta de lo buenas que eran las cosas cuando ya han pasado.

Necio es quien no sepa disfrutar del momento.

Necio soy.

La actitud de una hormiga integrista genera insatisfacciones. Eso sí, al menos no pasas hambre, como les sucede a las cigarras radicales, pero padeces de otras carencias, y a lo mejor no ganas para psiquiatras. Entre el "carpe diem" y el "ora et labora" habrá que encontrar un equilibrio.

N - VI



No sospechan:
xxxxxxxxxxxEl rádar de la de-ge-te.
xxxxxxxxxxxLos camiones incesantes contra tacógrafo.
xxxxxxxxxxxLas cosechas abandonadas en los brazos del subsidio.
xxxxxxxxxxxLas miríadas de insectos, y algún mamífero, atropellados.
xxxxxxxxxxxLos atardeceres cinemascope (panorámicos) a la vista.
xxxxxxxxxxxLa naturaleza adocenada.
xxxxxxxxxxxEl inmemorial estraperlo de sexo.
xxxxxxxxxxxLos abrevaderos de gasolina, las paradas y las fondas.
xxxxxxxxxxxEl de turno que ayer casi nos mata.
xxxxxxxxxxxLos avisos fluorescentes de peligro o de auxilio.
xxxxxxxxxxxLos pueblos únicamente hilvanados al medio.
xxxxxxxxxxxLas continuas molestias disculpadas en aras de una mejor red viaria.
xxxxxxxxxxxLa maraña de niebla en la cima del puerto.
xxxxxxxxxxxLa espectacular iluminación del bienestar desde las estribaciones de la sierra.
xxxxxxxxxxxEl acompañamiento herciano que llevo.
No saben, no,
xxxxxque un enamorado viaja
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa cien kilómetros por hora
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpor la nacional seis
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxen su utilitario blanco.

Amor in itinere... Que pasa...

Cunnilingus al estilo documental de animales de la 2


Al amanecer, la lengua sale de su madriguera, y entre aromas de ano y de vagina se desliza a través de un terreno recién humedecido por las efímeras perlas de rocío con que se estrena el nuevo día.

Lo único que sé


A diferencia del gran Sócrates, que sólo sabía que no sabía nada, yo sí sé algo. De hecho es lo único que sé.

Sé que nacemos para morir.

Y creo que toda nuestra vida ha de ser una consecuencia de esa certeza.

Urbano (1)


Urbano llamaba a los bares siempre en femenino, como hacen con la mar algunos marinos viejos, aunque descoordinara artículo y sustantivo con ello. Él hablaba de la Leandro, bodeguilla donde expendían vino a granel para llevar y tomar, de la Colón, cafetería buena tanto para el naipe como para la prensa, o de la Dynamic, donde se tomaba una copa si había que restringir la excesiva libertad del tiempo. Vamos, que Urbano daba trato de mujer a los bares, como quizás hagan los hombres con todo lo que aman y todo lo que temen.
Aquí, independientemente de su tamaño, los asentamientos humanos secularmente han originado un elemento para encauzar buena parte de la vida social de la comunidad: el bar. Este símbolo de civilización nos ha estructurado la intra-historia, siendo reflejo de la situación de los pensamientos y pasiones colectivas. Viendo la raigambre de la institución en las rutinas de las gentes, uno da en fechar su germen en la noche de los tiempos, y se imagina, a modo de origen del invento, la escena ancestral de un grupo de homos departiendo alrededor de una de las hogueras que iluminan tenuemente el orbe que implacable se les echa encima, compartiendo alimento, miedos, alguna sustancia psicotrópica, experiencias, esperanzas y sentimientos.
El bar, en todas sus acepciones de taberna, chupitería, club, garito, disco-pub, cervecería, chigre, sala de fiestas, pulpería, tablao, venta, cafetería, asador, bar de copas, tugurio, figón, discoteca, chiringuito, bocatería, choco, restaurante, cantina, burger, pub, salón de té, bodega, bodeguilla, bodegón, fonda, hogar, chiscón, merendero, cabaret, quiosco, barra americana, café, sidrería, sindicato, mesón, tetería, café-cantante, güisquería, chocolatería, casino, tasca..., ha ido infiltrándose sin distingos en el tejido social, existiendo, además de individualmente, en simbiosis con las especies más insólitas, lo que le ha hecho ser cómplice de los hombres en multitud de facetas. Así, es docto en las universidades, aséptico en hospitales, maestro de ceremonias universal, glamuroso entreactos, baño público, político en sindicatos o sociedades o casas del pueblo o parlamentos o palacios, luctuoso en los tanatorios, refugio del inclemente meteorológico, trashumante por las fiestas patronales, arriesgado en casinos, desfogadero sexual, gastronómico desde luego, jerárquico en los cuarteles, laboral como oficina, asociativo en peñas y hermandades, folklórico en centros regionales, ecuánime en los juzgados, sala de lectura-biblioteca, penoso junto a prostitutas y proxenetas, móvil en los cócteles, inestimable de consulta psicoanalítica popular, acogedor en los hoteles, musical albergando conciertos, foro de libre expresión en tertulias, destino cuando no se sabe o no se tiene dónde ir, católico pegado a iglesias y, por dar término al chorreo, cotidiano dentro del mueble del salón de cada casa.
Urbano, atávico, iba a bares.

Vida juntos

De nuevo enmarañados por tinieblas,
el uno para pies mientras espera
al otro que marchó, camino en vena,
buscando lo que fuera eso que fuera.

Tolondros al desboque de unas velas
salvajes por la falta de tutela
que fijan los destinos sin estrellas
polares en el mar de las ausencias.

Ocurre que el viajero titubea
al tiempo que el prudente se envalenta,
sabiendo terminar con la tontera
si uno echa a andar y otro regresa.

El fin de todas las polémicas


Uno no entiende la utopía del libre mercado. Pero esencialmente porque uno no entiende mucho las utopías. Para mi es igual de ridículo creer que una sociedad alcanza el bienestar viviendo en una comuna jipi que dejando campar al mercado a sus anchas.
“Es que lo que pasa es que no se deja al mercado libre”, me pueden argüir. ¿Y qué es eso de dejar al mercado libre? Me pregunto. Decir mercado libre es decir nada, vamos a ver, los mercados libres no existen, son una leyenda urbana. El mercado no es una de las leyes de la física, el mercado no viene dado como el clima, en el Génesis no se dice que Dios creara el mercado. El mercado es un ingenio de los seres humanos hecho por ellos a su imagen y semejanza, reflejo de todas sus grandezas y de todas sus miserias. Teniendo esto claro, tan inocente es creer que un grupo de personas lo van a compartir todo en paz y armonía, como pensar que un grupo de personas jamás va a inmiscuirse en el sacrosanto mecanismo de la competencia perfecta. Y en todo caso, si para conseguir que el mercado sea libre hay que introducir una férrea legislación de control y castigo por parte del estado, ese mercado ya no será libre, será reglado, obteniéndose precisamente lo que se detestaba.
Cuando un conjunto de personas confluye para lo que sea, confluyen sus intereses y sus pasiones (qué le vamos hacer, así somos), surgiendo entonces los problemas, pues siempre hay alguien que se siente perjudicado, o siempre hay alguien tentado a sacar mayor tajada, y ese alguien, ni va fastidiarse, ni va a dejar de sacar tajada, sólo porque sea muy solidario eso de estar todos compartiendo miserias, o porque sea inmoral eso de meter mano a esa señorita tan decente llamada libre mercado.
Y es que ambos planteamientos en su extremos son igual de falsos. Ambas utopías parten de un hombre que no existe, y que no sé si existirá alguna vez, por eso ambas se estrellan. La experiencia demuestra que tenemos serios problemas de compatibilidad entre el software (ideologías) y el hardware (personas).
¡Hala! ¡Ya está! Esto es el fin de todas las polémicas. Ahora a otra cosa, mariposa.

Coherencia


Sabedlo:

de mí, las palabras y no los hechos.

Porque incumplo mis sagradas escrituras

escondo la mano

que tira la piedra

contra quién comparte mi adulterio.

Sabedlo:

de mí, la prédica y no el ejemplo.


Anónimo.

Soy un ángel caído


No me duelen los desgarros que me infligen vuestros dientes tanto como ver en qué me han convertido las heridas.

Porque en el fondo no os perdono. Porque en realidad os odio. Porque pienso que yo jamás os lo habría hecho.
x
Me sorprende comprobar los pocos recuerdos de la infancia que me quedan. Me descubro mirando hacia atrás taimado. Me doy asco regodeándome del mal ajeno.
x
¿Qué me habéis hecho?... Me habéis matado al niño, canallas, me habéis matado al niño... Yo os maldigo.

Elvis sigue vivo


No me importa lo más mínimo que alguien crea que Elvis sigue vivo o que está muerto. Que algunos piensen que el hombre nunca pisó la luna y que lo que se vio en la tele fue una película como las de jólibu para aparentar haber llegado. Que la Rusia zarista fue derribada por el genio esotérico de Rasputín en vez de por los bolcheviques. Que Hitler era el líder de una inmemorial secta maligna que a golpe de conjuros ganaban las batallas en vez de con las divisiones Panzer. Que los gobiernos de la tierra han llegado a un acuerdo con una potencia extraterrestre desde hace años para ver cuando nos presentan a los hombrecitos verdes… Etcétera… Etcétera...
No me importa. Con su pan se lo coma. Cada cual es libre de creer lo que quiera. Además quién sabe, verdaderamente este loco mundo no deja de sorprendernos. Pero ahí se queda, en una anécdota para los programas de misterio. Lo que sucede es que las versiones heterodoxas no siempre son inocuas.
Bien es cierto que aquí no se sabe la verdad de casi nada, y que toda la información que nos llega está sesgada. Por eso mismo les insto a que utilicen el sentido común, nunca tendrán la seguridad de conocer los datos ciertos, por eso deben de aplicar el sentido común, es su única defensa.
Por ejemplo, no parece sensato creer que porque no se conozcan todos los detalles de las conductas de las vacas, por ello se pueda concluir que las vacas pueden volar. Mira: no. A fecha de hoy, salvo prueba en contrario y con la tecnología presente, todo apunta a que las vacas no pueden volar. Aunque desconozca porque prefieren pastar un tipo concreto de florecilla campestre. Eso es lo que se debe creer. Eso es lo que dice el sentido común.
Lo que me asusta es ver cómo se apaga ese sentido común tan necesario. Lo que me acojona es ver cómo nos tragamos cualquier deshecho con tal de que el que lo emite vocifere suficientemente alto, o desde una posición suficientemente alta.

Paraíso perdido

(Un cuento para adultos, que andan bastante más necesitados que los niños de ellos...)


Si lográis prestar atención a la ancestral voz de esta conseja, veréis… Veréis qué cosas cuenta...

Es difícil, lo sé, interesarse por los asuntos que les ocurren a otros cuando los propios están ahí, esperando ser tratados. Se hace aburridísimo, por no decir insoportable, detenerse, permanecer quietecitos y en silencio, renunciando por un momento a los menesteres que nos ocupan la mollera a diario desde que ponemos un pie fuera de la cama. Ésos que perseguimos afanosamente con el propósito de atraparlos, y que se diluyen sin dejar huella una vez que les tenemos entre las manos.

A pesar de ello, ruego un poco de paciencia a todos los que me estén atendiendo, a fin de dar término a la lectura que les brindo. Pero no seré yo quien imponga asistir a esta homilía. Así pues, si en este rato les pasa por delante un caso aparentemente inaplazable, y no pueden desoír la llamada de la selva, corran, corran, levántense y corran tras él. Con cuidado de no tropezar, no se den un batacazo, pero corran si es su anhelo. Les deseo suerte en la cacería y, por supuesto, no les guardaré rencor por la espantada.

Ocurrió que un instante antes de que las personas marcharan expulsadas de Paraíso, Dios se apiadó de ellos y les otorgó un don.

Dicho así imagino la sorpresa de alguno, sobre todo si no estaba al tanto de lo que la tradición rumorea. Para poneros en antecedentes sabed que lo que se dice es que en el principio todas las criaturas, incluidos los humanos, habitábamos juntas en Paraíso, dedicándose cada uno a lo suyo y dejando en paz al resto, y que a quien organizaba todo el tinglao le llamaban Dios. ¿Que no sólo es que Dios fuera el que mandaba en Paraíso, sino que también era quién lo había creado? Este extremo nunca fue reconocido por él, no obstante también nunca se lo preguntaron abiertamente, ni por supuesto se le hizo prueba de paternidad alguna. Bien podría pensarse, por la soltura con que dirigía la orquesta, que efectivamente había concebido tanto a los instrumentos como a los concertistas. Pero constancia fehaciente de la autoría no se tiene, ignoramos si fue creador antes de gobernante.

Lo siento, pero no os puedo describir Paraíso, se desconoce cómo era. Nadie queda de los que vivieron en él. Dicen que si patatín o que si patatán. Eso sí, todo bueno, no he oído nunca a alguien hablar mal de Paraíso, eso me induce a pensar que era un sitio donde uno siempre tenía la razón o donde los actos no tenían consecuencias, algo así sería para ser alabado unánimemente. No sé, a veces se magnifica lo que no se tiene, más aun si te lo han quitado; para mí, considerando el inconformismo crónico que sufre nuestra especie, que le sacaríamos pegas cuando estábamos dentro, no lo podemos evitar, está grabado en nuestra esencia. Lo cierto es que a fecha de hoy se considera unánimemente por los entendidos a Paraíso como un sitio estupendo, y no es ésta la ocasión de contradecir a la doctrina. Cualquier cosa que os pueda decir no es más que mera conjetura, pues no existe actualmente, ni siquiera fosilizado, individuo alguno que haya habitado en dicho lugar.

De los sucesos que provocaron la tan cacareada expulsión tampoco se sabe nada fehacientemente. Homicida tuvo que ser la entrada para merecer la sanción máxima: por detrás, con los tacos por delante, enfilando el ligamento cruzado. Grave tuvo que ser la lesión del contrario, vamos, de dejarle con la pata chula una buena temporada, a tenor de la roja directa. El hecho que trascendió fue el de comer sin permiso una manzana que estaba en un árbol muy bonito y que ofreció una serpiente parlante... En verdad que visto desde aquí no parece cosa grave eso de robar una manzana por mucho que la ofrezca una elocuente sierpe o por frondoso que fuera el manzano... Algo haríamos… Algo nos empujó a romper las reglas… Lo que por otra parte poco me extraña, abundando en lo del inconformismo crónico de la especie, si se impuso alguna norma imperativa seguro que no paramos hasta quebrantarla. En fin, seremos prudentes y daremos la versión oficiosa por buena. Además, qué importan ya los motivos, lo importante es que sufrimos las consecuencias. Lo cierto es que la instrucción del proceso no se hizo pública, bien pudiera ser que lo de la manzana no ocurriera realmente... O quién sabe, lo mismo en Paraíso, pillar una manzana es un acto terrible...

Sobre el don otorgado, decir que es de esos dones que suele dar Dios: anodinos, lectivos, de los que hay que fijarse bien para considerarlo, y cuando al fin caes en su cuenta, no parece para tanto de por supuesto que se tiene. Sólo cuando falta después de haberlo disfrutado es cuando se valora su importancia. Así son los dones que nos da Dios, totalmente faltos de glamour.

En fin, basta ya de preámbulos y prosigamos... Como hemos dicho, ocurrió que Dios se apiadó de los expulsados. El día de la sentencia se habían congregado alrededor de la puerta de salida el resto de criaturas paradisiacas. El juicio fue sonado y nadie quería perderse el momento de la expulsión. Jamás de los jamases se habría expulsado a alguien, digo yo, para merecer tantísima expectación del respetable. Mientras observaba con los brazos cruzados por detrás de la espalda, el ceño fruncido, la mirada seria, como eran arrojados fuera los humanos escoltados porra en mano por el jefe de policía Uriel, dio en pensar Dios que lo mismo se había pasado. La pena impuesta no sólo consistía en abandonar por siempre el bienestar acostumbrado (y de todos es sabido lo molesto que es apretarse el cinturón), sino también en ganar el pan con el sudor de la frente y en parir con dolor a los hijos (esta última sanción únicamente importó al 50% de los condenados). Así que justo antes que el último talón, del último pie, del último de la fila cruzara el dintel, movió el meñique de la mano izquierda que tenía oculta tras la espalda, con disimulo, ya que no podía permitir que el resto de los vecinos se dieran cuenta de un cambio arbitrario en el fallo declarado, no sea que dudaran de su justicia y se armara una buena.

Con el imperceptible movimiento de dedo, Dios concedió un don que dulcificara el castigo, engarzando en la sonrisa de cada vástago de la casta desterrada un rayo de la luz que ilumina Paraíso. Así, con tal de mirar el rostro de sus hijos, verían bajo esa luz las situaciones, mitigándose la desesperación y el miedo del ánimo de los hombres, y las fuerzas agotadas en vivir bajo tan duras condiciones tornarían de nuevo, alcanzando a realizar esfuerzos que creían imposibles.

Dios suspiró cuando se cerró la cancela, los que estaban a su lado creyeron que era por la satisfacción de ver su voluntad cumplida, pero el aliento de desahogo lo provocó el alivio que sentía por haber corregido in extremis el contenido de la sentencia. Terminado el espectáculo se disolvieron los congregados, y cada cual marchó a ocuparse de sus tareas.

Después Dios permaneció en silencio largo tiempo (digo tiempo y digo después, para entendernos, pero en Paraíso no tiene sentido hablar de tiempo, pues allí siempre es siempre). Todos en Paraíso achacaron el mutismo al disgusto de haber tenido que imponer tan dura condena a parte de sus administrados. Pero no sólo era por eso, también estaba extrañado, era la primera vez que variaba de opinión ya dictado el veredicto. Se podría decir entonces que casi había fallado, y eso para Dios es motivo de mucha preocupación.

Esto fue lo acontecido tal y como se ha transmitido de bardo a bardo, como me lo contaron así os lo he contado. Al plasmarlo aquí, cumplo mi misión de difundirlo.

Posdata: dedicado a todos mis buenos amigos y familiares que son sufridos mamás y papás. Desde entonces que se lo debo. Lástima que nunca lean este cuento.

Exposición de motivos


Muchas letras y pocos santos.
Ahora por fin, con paciencia y humildad infinita. La comida estará cuando tenga que estar, ni un minuto antes, ni un minuto después. Lo que se pretende es ofrecer un menú del día (que no diario) digno, económico y más o menos variado; dieta lectiva, de temporada, de la que me (te) da fuerzas para continuar remando.
No se aspira a tener una carta extensa, tener demasiado para escoger provoca agobio e indecisión. Sólo se sacará una nueva receta cuando se tenga el convencimiento de que estará rica.
Removeremos el contenido de la olla las veces que haga falta. Jamás se considerará un plato finalizado, se rectificará continuamente de adjetivación, de puntuación, de ortografía… Será imperceptible, pero cuando repita, la nueva toma seguramente tendrá un toque distinto a la anterior. Es la única manera que sé de cocinar, lo siento.
Como se puede ver la decoración del local es un tanto espartana, pienso que un comedor excesivamete recargado distraería del objetivo, aquí hemos venido a leer, aquí se sirven palabras escritas a la Mitácora.

Jornada de reflexión

Pertenezco a la minoría que decide quien gobierna. Porque no siempre voto al mismo partido político.
Y es que no voy a la urna como a un estadio de fútbol, con la bufanda puesta, el rostro coloreado, dispuesto a llamar siempre hijoputa al árbitro, defendiendo que si se cae un jugador de nuestro equipo en el área contraria siempre es penalti, y si se cae el jugador del equipo contrario en la nuestra siempre se ha tirado. Ni tampoco voy al colegio electoral como un manso al establo, con las orejeras puestas, preocupado únicamente de que no le falte la alfalfa del pesebre.
Dejadme tranquilo, no soy un hincha, no tengo el estómago agradecido, mi reflexión es importante, de mi depende quién gobierne la próxima legislatura.
Lo malo de pertenecer a una minoría es que nunca gobiernan para ti. Aunque decidas. Es el precio de la responsabilidad y de la decencia.
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Posdata: votar es siempre una fiesta.

Nueve palabras bastan


No sé si ibas hasta las trancas, como el Cobain... Casi no te dio tiempo a dejar nada, como al James Dean... Nos dejaste con ganas de más, como con Lorca... ¡Hay que joderse con la farándula!...
No voy a ser manido, hortera u ordinario. No voy a poner ni la letra, ni el audio, ni el video. Para qué, cuando nueve palabras bastan:

"El infierno de tu gloria ha pasao por mi..."

Chapó... Descansa en paz, maestro...

Depresión




Puedo escribir
xxxxxxxxxxxxxuna enciclopedia de soledades,
xxxxxxxxxxxxxun tratado de ausencias,
xxxxxxxxxxxxxuna carta de navegación que guíe a ninguna parte,
xxxxxxxxxxxxxun manual de cómo perder guerras,
xxxxxxxxxxxxxun discurso para decir a nadie,
xxxxxxxxxxxxxuna revista de pasatiempos para las noches en vela,
xxxxxxxxxxxxxun vademécum de fármacos letales,
xxxxxxxxxxxxxuna carta de amor a una pena.

Los versos más tristes no, porque ésos ya se escribieron.

Habito en la fosa común
del cementerio
de la necrópolis
de la ciudad de los muertos.

Soy un vivo muriente. Paradigma de la agonía. Prueba absurda de resistencia.

Terror nocturno


De niño pasé terror nocturno....
La empresa de mi padre fue comprada por una multinacional. Él, con otros muchos, fue invitado a marcharse, es decir, o continuar bajo el yugo de un nuevo contrato leonino, o coger la indemnización legalmente establecida y a la calle. Supongan que tan leonino era el contrato si un hombre ya maduro con hijos a su cargo optó por coger la plata. Con el dinero recibido se decidió montar un negocio, le venía de familia, sabría hacerlo. Imaginaos los principios, la incertidumbre de no saber si aquella tienda iba a cuajar se instaló en casa como una densa niebla que lo empapaba todo.
Recuerdo estar acostado sin poder dormir, porque yo, un niño, estaba preocupado por lo que nos podría pasar si aquello no funcionaba, porque yo, un niño, sentía por primera vez miedo del mañana. Terror nocturno.

La esperanza

Sí existe el amor. Que yo lo vi.
No llama la atención porque viste de diario. Porque las expectativas sobrepasan siempre al resultado del concepto. Pues en verdad nunca gana, pero no es menos cierto que jamás pierde. Que siempre está ahí, con las manos destrozadas de agarrarse a todos los clavos ardiendo. Que cuando habita un espíritu desierto sobrevive en forma de egoísmo hasta que su anfitrión sienta plurales los deseos.
El otro día la calle estaba embuchada de toda clase de vehículos, maciza. Llovía, ya sabéis: no valen los cláxones más que para desahogarse, tampoco sirven los semáforos, y se desconoce quien fue primero, si el agente municipal o el embotellamiento. Allí estaba yo: atrapado en un atasco de proporciones capitalinas. Noté primero el cambio en el gracejo de los pitos, ya no insultaban ni se quejaban, ahora el tono era unísono, apremiante, avisaban a la manada de que algo iba mal, que había que estar atentos. Al rato se escuchó una sirena acercándose, no me sorprendió, mis congéneres me habían advertido... Suspiré... "Lo que faltaba", me dije... "A ver ahora por donde viene"...
A medida que aumentaba el volumen del lamento sintético arreciaban más los pitidos, la progresión del jaleo me afilaba los nervios, miré hacia atrás pero aún no se veía venir la urgencia. Hubiera querido que se desviara por una bocacalle evitándome así problemas. No fue así. Pasados unos minutos las luces anaranjadas centelleaban en el retrovisor y los aullidos me resoplaban en el cogote... Instintivamente embragué y metí primera ...
Creedme cuando os digo que, desbaratando mis leyes de la física, surgía un carril al apartarnos todos y cada uno de los conductores con ese propósito concreto, por el que colaba como una flecha una ambulancia que venía haciendo la contrarreloj más seria.
Pensé entonces que no era necesario estar frente al mar rojo hace milenios, junto a un señor con túnica, barbas grises, cayado y cara de Charlton Heston, para presenciar el milagro de que se retiren las aguas para dejar pasar al sufrido pueblo.
Lo he visto. Lo sé.

Diatriba


Tengo dos opciones, no escribir más que mierda tristemente pesimista, o dejar chance a la esperanza.
Próximamente hablaré de la esperanza. No se puede habitar constantemente en el desaliento.
Además, puede que esté siendo injusto. No hace tanto tiempo que creía más en la bondad de las personas. Puede que me esté haciendo viejo, nada más, nada menos...

El fin y los medios


La institución de la iglesia es el custodio del mensaje más transgresor que he escuchado: el amor como sentido de lo humano. Al menos para mí, ésa es la revolución pendiente. La misión de la iglesia es conservar ese mensaje para las generaciones futuras. Aquí viene el problema: la institución tiene el convencimiento que si ella desaparece, desaparece el mensaje. Así, con el objetivo de pervivir, la institución actúa en ocasiones en contra del mensaje. Es decir, la importancia del fin justifica cualquier medio.
Ahora el mensaje está lastrado por la institución, pero la institución, mal que bien, custodia el mensaje. ¿Merece la pena conservar el mensaje del amor si a cambio hay que mantener la institución a cualquier precio? ¿Realmente sin la institución no sobreviviría el mensaje? ¿El triunfo del mensaje llegará cuando no necesite de una institución que le guarde?

Paternidad


Siempre me he preguntado como miraría Hitler a sus hijos. A menudo pienso que los hijos son la coartada perfecta para ser un cabronazo integral y poder dormir a pierna suelta a pesar de ello. Son la causa por la que merece la pena morir, pero también son la causa por la que merece la pena matar. Las causas por las que se daría la vida son peligrosísimas, pues si justifica el fin de la propia vida, con más razón justifica el fin de la vida ajena.

Veo a diario a los padres de familia entrar en casa después haber estado puteando de lo lindo por ahí fuera. Les veo acariciar las cabezas de sus vástagos con las manos embadurnadas de sangre y de despojos de sus víctimas (ese compañero del trabajo que has apuñalado, ese hermano al que has jodido, ese amigo que has engañado...). Veo como se lavan las manos del horror que han provocado en las desvalidas miradas de sus niños, en la luz de sus sonrisas.

Vaya coartada, los hijos.
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Posdata: agraviados dirigirse a "Paraíso perdido".

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Mitácora es una expresión del instinto de supervivencia.