El fin de todas las polémicas


Uno no entiende la utopía del libre mercado. Pero esencialmente porque uno no entiende mucho las utopías. Para mi es igual de ridículo creer que una sociedad alcanza el bienestar viviendo en una comuna jipi que dejando campar al mercado a sus anchas.
“Es que lo que pasa es que no se deja al mercado libre”, me pueden argüir. ¿Y qué es eso de dejar al mercado libre? Me pregunto. Decir mercado libre es decir nada, vamos a ver, los mercados libres no existen, son una leyenda urbana. El mercado no es una de las leyes de la física, el mercado no viene dado como el clima, en el Génesis no se dice que Dios creara el mercado. El mercado es un ingenio de los seres humanos hecho por ellos a su imagen y semejanza, reflejo de todas sus grandezas y de todas sus miserias. Teniendo esto claro, tan inocente es creer que un grupo de personas lo van a compartir todo en paz y armonía, como pensar que un grupo de personas jamás va a inmiscuirse en el sacrosanto mecanismo de la competencia perfecta. Y en todo caso, si para conseguir que el mercado sea libre hay que introducir una férrea legislación de control y castigo por parte del estado, ese mercado ya no será libre, será reglado, obteniéndose precisamente lo que se detestaba.
Cuando un conjunto de personas confluye para lo que sea, confluyen sus intereses y sus pasiones (qué le vamos hacer, así somos), surgiendo entonces los problemas, pues siempre hay alguien que se siente perjudicado, o siempre hay alguien tentado a sacar mayor tajada, y ese alguien, ni va fastidiarse, ni va a dejar de sacar tajada, sólo porque sea muy solidario eso de estar todos compartiendo miserias, o porque sea inmoral eso de meter mano a esa señorita tan decente llamada libre mercado.
Y es que ambos planteamientos en su extremos son igual de falsos. Ambas utopías parten de un hombre que no existe, y que no sé si existirá alguna vez, por eso ambas se estrellan. La experiencia demuestra que tenemos serios problemas de compatibilidad entre el software (ideologías) y el hardware (personas).
¡Hala! ¡Ya está! Esto es el fin de todas las polémicas. Ahora a otra cosa, mariposa.

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