Oda al lector desconocido


Mantengo la casa limpia y ordenada, para que cuando vengas te sientas cómodo y todo esté en su sitio, tal y como te gustaría que estuviera, tal y como lo dejaste la última vez que estuviste. Aguardo tu visita, ésa es mi razón de ser, para lo que fui creado. A diario repaso todos los cuartos, se te podría antojar entrar en cualquiera, vigilo que nada se haya descolocado, quito el polvo acumulado, friego el suelo, pongo especial atención al baño, repaso las hiendas de los azulejos… Abro la nevera, confirmo que no falta de nada, he traído algún capricho, de ésos con los que te chupas los dedos, salió algo caro, pero qué coño, un día es un día. He de hacer placentera tu efímera estancia, es indispensable, así me aseguro de que regreses. Te necesito. Nunca te lo confesaré, no porque me falten arrestos, es que no quiero espantarte con la seriedad del compromiso, y eres lo único que tengo. Por eso me deslomo en tenerlo todo como los chorros del oro, por eso ensayo continuamente mi sonrisa de bienvenida, no puedo fallar, no puedo arriesgarme a que algo no te agrade, no puedo jugar a que no vuelvas, es excesivo el precio. Pero tranquilo, no te agobies, no soy posesivo, sal por ahí y diviértete, no me molesta, conoce gente, viaja, ten experiencias… Pero luego quiero que vengas. De tarde en tarde. Un ratito. A charlar conmigo. Aquí. En Mitácora.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante descubrimiento...

Anónimo dijo...

Pues es un verdadero placer leerte...