Cuestión de fe
Resistencia
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAlzaré altos los muros
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque defiendan nuestro amor.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx¡Ay lo que hay ahí fuera!...
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxCarroñeros de cariño
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxmerodean los contornos.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxMuertos de hambre que rondan
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxnos jalean los deslices,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcuando olvidamos la esencia,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy el odio nos produce
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxdientes con que desgüazarnos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxhasta no reconocernos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde los cachos de cadáver
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque esparcimos por el firme,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsobre los que se abalanzan
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxávidos de su alimento.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxUna vez que se han saciado,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxnos querrán hechos chatarra,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxgozosos de recibir
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa otros nuevos semejantes.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNo te asolen los temores,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxel amarse les remuerde
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(su contrario les refuerza),
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcada ofrenda de ternura
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxentre nuestras manos, armas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxson de construcción masiva.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxQué responsabilidad,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx¿eh?, ser de la resistencia...
Praxis amatoria
¡Bum!
xxxxxxxxxPierdo el pie…
xxxxxxxxxxxxxxxxxxVoy cayendo...
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.
Entonces te echo mano...
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.
Entonces te echo mano...
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBum bum bum: voy cayendo.
Entonces te echo mano de un zarpazo,
enclavo como garfios en tu carne
mis uñas aceradas por el miedo,
socavo con pezuñas angustiado
estribos que al apoyo lloran sangre
de estragos que provoco al pataleo.
Evito así el abismo en el que caigo
trepando sobre el alma que me abres
de fuga al desenlace que da el suelo,
y encuentro en tu mirada si la alcanzo
sonrisas de cariño rebosantes,
Urbano (5)
Voyager
Soledad
El infierno es sentir la ausencia de dios.
No. De eso nada.
El infierno es sentir la ausencia de dios en el paraíso.
Vaivén (sexo 5)
el agua viva abordó a la tierra mascando rocas y lamiendo arenas,
yendo y viniendo
siempre,
hasta que aprovechando la pleamar más ambiciosa
una gota fecunda echó raíces,
así ahora entro en ti,
yendo y viniendo
siempre,
hasta hacer de las olas espuma de rompiente
que recorra las torrenteras que en ti convergen
al reclamo de un trozo fértil al que prenderse.
Mentiras piadosas
Como la vida misma
Urbano (4)
De coincidir en los mismos bares, Urbano había ganado la confianza de parroquianos que como él, encuentran distracción en tomar un chato acompañado. Le entretenían las conversaciones intrascendentes de la barra, versadas en generalidades y tópicos, dulcemente descomprometidas, salvo cuando después de unos cuantos vinos a alguno se le escapaba un vertido de intimidad a la charla, hacíase entonces un silencio breve, para continuar con las livianeces una vez que el grupo se sobreponía del indecoro emocional del de turno; todos tenían problemas y no estaban allí para solucionarlos, callaban ante el desahogo ajeno y continuaban hablando pasados unos segundos. Aquella tácita sociedad de consumidores guarecía peculiarmente de la soledad a sus miembros. Sus relaciones estaban circunscritas al recinto tabernario en el que discurrían, rara vez traspasaban esa puerta, generalmente cada uno entraba solo y salía por su cuenta, aunque probablemente muchos vinieran o fueran al mismo sitio. De hecho, para evitar una situación violenta ya se preocupaban ellos de escalonar el término de sus bebidas, vigilándose el nivel de los vasos mutuamente para no acabar dos al mismo tiempo, así evitaban que se diera la ocasión de compartir trayecto. Paulatinamente, se iban despidiendo uno a uno como si ya no fueran a encontrarse, indicando su partida con frases como, “Venga...”, “Hala: marcho...”, “Antes de ir a casa lo mismo me paso por donde el Jose....” Y así, sin prisa pero sin pausa, abandonaban uno a uno el local, dejando al último la responsabilidad de despedirse del camarero. No obstante, bien es sabido que el roce hace el cariño, eso, o que mucho pesan las costumbres, es por ello que si algún asiduo faltaba una temporada, los presentes se preguntaban por él, a ver si alguien le había visto cruzando el puente o andando por el barrio, más que nada para saber si tenían que beber para exorcizar alguna desgracia. Cuando el ausente volvía, jamás se le pedían directamente explicaciones.
Oda al lector desconocido
Mi humanidad
Urbano (3)
Pornografía
¿Qué será?... (variación)
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNo quiero podar más la rama
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque azuza a la primavera contra el tiempo,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde jardinero a campesino
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxenfundo las tijeras y tomo los aperos,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxescojo la fruta madura a la flor efímera,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpermito descansar a los renuevos.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxVoy a sazonar contigo hasta la muerte.
Soy la mejor persona que conozco
Mejor que mis hijos, mejor que mi marido, mejor que mis padres, mejor que mis hermanos, mejor que mis amigos, mejor que mis compañeros de trabajo, mejor que mis jefes, mejor que mis políticos, mejor que esos otros, mejor que el de enfrente, mejor que todos mis congéneres.
Pensamiento inmundo que además de calificarme como imbécil, engreída y amargada, constata una dolorosa situación, lo absolutamente defraudada que debo sentirme.
Urbano (2)
En un principio ocupó una habitación que quedaba libre en un piso de alquiler compartido por desplazados como él, pero enseguida se buscó hospedaje propio. No gustaba de mostrar sus manías al prójimo, no quería dar de qué hablar con hábitos muy queridos para él, pero que la convivencia coartaba. Como eso de estar cualquier noche recogido bajo manta, pronto, pues había que madrugar mañana, y bien entrada la noche ser despertado por una vaga inquietud en los cojones, remusguillo que no remitía tras la micción de rigor, con lo que marchaba al lupanar más cercano a calmarlo en manos de una profesional, regresando poco después manso a la cama para dormir como un niño. Los amigos están bien, pero cada uno en su casa y Dios en la de todos. La opción privada de alojamiento era más costosa, claro, pero él no tenía cargas aparte del propio sustento, sus padres tenían para ellos con lo de la pensión más las rentas de la tierra, por lo que no estaba tan condicionado por el control presupuestario. Situación desahogada, que aparte de permitirle disfrutar de modestos caprichos, hacía su existencia en la ciudad más plena. Al no estar obligado a transitar a diario por una línea de metro con tres únicas paradas, la de trabajar, la de comer y la de dormir, que únicamente los fines de semana, festivos y no laborales de convenio, abre el resto de los apeaderos. Así que andaba por el barrio con “el pitillo en los labios” y “el alma disponible”, que dijera el poeta*. La predisposición favorable a que empuja la soledad, el estar desocupado tras el trabajo, la sencillez de carácter propia del aldeano con que se desenvolvía, y el hecho de haber adoptado el inquilinato en una de las comunidades con más solera de la zona, consiguieron que se integrara pronto en el vecindario.
*Extractos del poema “Momentos felices” de Gabriel Celaya.
Hay pocas guerras
Estambul
En blanco y negro
Ridículo
El sentido de tu orfandad o la serena hermosura de la cotidianidad
Ahora que escampó la lluvia negra
vienes a acurrucarte en mi regazo,
gata empapada,
alegando cualquier pretexto...
“Ya sólo me quedas tú…”,
ronroneas con el hociquito metidito entre mis pliegues.
Y en ese instante
sin duda
sé:
Que bajaré al averno.
Que desoiré el canto de las sirenas.
Que avendré a los Montescos con los Capuletos.
Que construiré un arca donde resguardar a pares las fieras.
Que acometeré a gigantes aunque resulten ser molinos de viento.
Que seguiré mal versando esta pantalla en blanco sin la menor vergüenza...
Cigarras vs Hormigas
N - VI
No sospechan:
xxxxxxxxxxxEl rádar de la de-ge-te.
xxxxxxxxxxxLos camiones incesantes contra tacógrafo.
xxxxxxxxxxxLas cosechas abandonadas en los brazos del subsidio.
xxxxxxxxxxxLas miríadas de insectos, y algún mamífero, atropellados.
xxxxxxxxxxxLos atardeceres cinemascope (panorámicos) a la vista.
xxxxxxxxxxxLa naturaleza adocenada.
xxxxxxxxxxxEl inmemorial estraperlo de sexo.
xxxxxxxxxxxLos abrevaderos de gasolina, las paradas y las fondas.
xxxxxxxxxxxEl de turno que ayer casi nos mata.
xxxxxxxxxxxLos avisos fluorescentes de peligro o de auxilio.
xxxxxxxxxxxLos pueblos únicamente hilvanados al medio.
xxxxxxxxxxxLas continuas molestias disculpadas en aras de una mejor red viaria.
xxxxxxxxxxxLa maraña de niebla en la cima del puerto.
xxxxxxxxxxxLa espectacular iluminación del bienestar desde las estribaciones de la sierra.
xxxxxxxxxxxEl acompañamiento herciano que llevo.
No saben, no,
xxxxxque un enamorado viaja
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa cien kilómetros por hora
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpor la nacional seis
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxen su utilitario blanco.
Amor in itinere... Que pasa...
Cunnilingus al estilo documental de animales de la 2
Lo único que sé

A diferencia del gran Sócrates, que sólo sabía que no sabía nada, yo sí sé algo. De hecho es lo único que sé.
Y creo que toda nuestra vida ha de ser una consecuencia de esa certeza.
Urbano (1)
Aquí, independientemente de su tamaño, los asentamientos humanos secularmente han originado un elemento para encauzar buena parte de la vida social de la comunidad: el bar. Este símbolo de civilización nos ha estructurado la intra-historia, siendo reflejo de la situación de los pensamientos y pasiones colectivas. Viendo la raigambre de la institución en las rutinas de las gentes, uno da en fechar su germen en la noche de los tiempos, y se imagina, a modo de origen del invento, la escena ancestral de un grupo de homos departiendo alrededor de una de las hogueras que iluminan tenuemente el orbe que implacable se les echa encima, compartiendo alimento, miedos, alguna sustancia psicotrópica, experiencias, esperanzas y sentimientos.
El bar, en todas sus acepciones de taberna, chupitería, club, garito, disco-pub, cervecería, chigre, sala de fiestas, pulpería, tablao, venta, cafetería, asador, bar de copas, tugurio, figón, discoteca, chiringuito, bocatería, choco, restaurante, cantina, burger, pub, salón de té, bodega, bodeguilla, bodegón, fonda, hogar, chiscón, merendero, cabaret, quiosco, barra americana, café, sidrería, sindicato, mesón, tetería, café-cantante, güisquería, chocolatería, casino, tasca..., ha ido infiltrándose sin distingos en el tejido social, existiendo, además de individualmente, en simbiosis con las especies más insólitas, lo que le ha hecho ser cómplice de los hombres en multitud de facetas. Así, es docto en las universidades, aséptico en hospitales, maestro de ceremonias universal, glamuroso entreactos, baño público, político en sindicatos o sociedades o casas del pueblo o parlamentos o palacios, luctuoso en los tanatorios, refugio del inclemente meteorológico, trashumante por las fiestas patronales, arriesgado en casinos, desfogadero sexual, gastronómico desde luego, jerárquico en los cuarteles, laboral como oficina, asociativo en peñas y hermandades, folklórico en centros regionales, ecuánime en los juzgados, sala de lectura-biblioteca, penoso junto a prostitutas y proxenetas, móvil en los cócteles, inestimable de consulta psicoanalítica popular, acogedor en los hoteles, musical albergando conciertos, foro de libre expresión en tertulias, destino cuando no se sabe o no se tiene dónde ir, católico pegado a iglesias y, por dar término al chorreo, cotidiano dentro del mueble del salón de cada casa.
Urbano, atávico, iba a bares.
Vida juntos
el uno para pies mientras espera
al otro que marchó, camino en vena,
buscando lo que fuera eso que fuera.
Tolondros al desboque de unas velas
salvajes por la falta de tutela
que fijan los destinos sin estrellas
polares en el mar de las ausencias.
Ocurre que el viajero titubea
al tiempo que el prudente se envalenta,
sabiendo terminar con la tontera
si uno echa a andar y otro regresa.
El fin de todas las polémicas
“Es que lo que pasa es que no se deja al mercado libre”, me pueden argüir. ¿Y qué es eso de dejar al mercado libre? Me pregunto. Decir mercado libre es decir nada, vamos a ver, los mercados libres no existen, son una leyenda urbana. El mercado no es una de las leyes de la física, el mercado no viene dado como el clima, en el Génesis no se dice que Dios creara el mercado. El mercado es un ingenio de los seres humanos hecho por ellos a su imagen y semejanza, reflejo de todas sus grandezas y de todas sus miserias. Teniendo esto claro, tan inocente es creer que un grupo de personas lo van a compartir todo en paz y armonía, como pensar que un grupo de personas jamás va a inmiscuirse en el sacrosanto mecanismo de la competencia perfecta. Y en todo caso, si para conseguir que el mercado sea libre hay que introducir una férrea legislación de control y castigo por parte del estado, ese mercado ya no será libre, será reglado, obteniéndose precisamente lo que se detestaba.
Cuando un conjunto de personas confluye para lo que sea, confluyen sus intereses y sus pasiones (qué le vamos hacer, así somos), surgiendo entonces los problemas, pues siempre hay alguien que se siente perjudicado, o siempre hay alguien tentado a sacar mayor tajada, y ese alguien, ni va fastidiarse, ni va a dejar de sacar tajada, sólo porque sea muy solidario eso de estar todos compartiendo miserias, o porque sea inmoral eso de meter mano a esa señorita tan decente llamada libre mercado.
Y es que ambos planteamientos en su extremos son igual de falsos. Ambas utopías parten de un hombre que no existe, y que no sé si existirá alguna vez, por eso ambas se estrellan. La experiencia demuestra que tenemos serios problemas de compatibilidad entre el software (ideologías) y el hardware (personas).
¡Hala! ¡Ya está! Esto es el fin de todas las polémicas. Ahora a otra cosa, mariposa.
Coherencia
Sabedlo:
de mí, las palabras y no los hechos.
Porque incumplo mis sagradas escrituras
escondo la mano
que tira la piedra
contra quién comparte mi adulterio.
Sabedlo:
de mí, la prédica y no el ejemplo.
Soy un ángel caído
No me duelen los desgarros que me infligen vuestros dientes tanto como ver en qué me han convertido las heridas.
Elvis sigue vivo
No me importa. Con su pan se lo coma. Cada cual es libre de creer lo que quiera. Además quién sabe, verdaderamente este loco mundo no deja de sorprendernos. Pero ahí se queda, en una anécdota para los programas de misterio. Lo que sucede es que las versiones heterodoxas no siempre son inocuas.
Bien es cierto que aquí no se sabe la verdad de casi nada, y que toda la información que nos llega está sesgada. Por eso mismo les insto a que utilicen el sentido común, nunca tendrán la seguridad de conocer los datos ciertos, por eso deben de aplicar el sentido común, es su única defensa.
Por ejemplo, no parece sensato creer que porque no se conozcan todos los detalles de las conductas de las vacas, por ello se pueda concluir que las vacas pueden volar. Mira: no. A fecha de hoy, salvo prueba en contrario y con la tecnología presente, todo apunta a que las vacas no pueden volar. Aunque desconozca porque prefieren pastar un tipo concreto de florecilla campestre. Eso es lo que se debe creer. Eso es lo que dice el sentido común.
Lo que me asusta es ver cómo se apaga ese sentido común tan necesario. Lo que me acojona es ver cómo nos tragamos cualquier deshecho con tal de que el que lo emite vocifere suficientemente alto, o desde una posición suficientemente alta.
Paraíso perdido
(Un cuento para adultos, que andan bastante más necesitados que los niños de ellos...)
Dicho así imagino la sorpresa de alguno, sobre todo si no estaba al tanto de lo que la tradición rumorea. Para poneros en antecedentes sabed que lo que se dice es que en el principio todas las criaturas, incluidos los humanos, habitábamos juntas en Paraíso, dedicándose cada uno a lo suyo y dejando en paz al resto, y que a quien organizaba todo el tinglao le llamaban Dios. ¿Que no sólo es que Dios fuera el que mandaba en Paraíso, sino que también era quién lo había creado? Este extremo nunca fue reconocido por él, no obstante también nunca se lo preguntaron abiertamente, ni por supuesto se le hizo prueba de paternidad alguna. Bien podría pensarse, por la soltura con que dirigía la orquesta, que efectivamente había concebido tanto a los instrumentos como a los concertistas. Pero constancia fehaciente de la autoría no se tiene, ignoramos si fue creador antes de gobernante.
En fin, basta ya de preámbulos y prosigamos... Como hemos dicho, ocurrió que Dios se apiadó de los expulsados. El día de la sentencia se habían congregado alrededor de la puerta de salida el resto de criaturas paradisiacas. El juicio fue sonado y nadie quería perderse el momento de la expulsión. Jamás de los jamases se habría expulsado a alguien, digo yo, para merecer tantísima expectación del respetable. Mientras observaba con los brazos cruzados por detrás de la espalda, el ceño fruncido, la mirada seria, como eran arrojados fuera los humanos escoltados porra en mano por el jefe de policía Uriel, dio en pensar Dios que lo mismo se había pasado. La pena impuesta no sólo consistía en abandonar por siempre el bienestar acostumbrado (y de todos es sabido lo molesto que es apretarse el cinturón), sino también en ganar el pan con el sudor de la frente y en parir con dolor a los hijos (esta última sanción únicamente importó al 50% de los condenados). Así que justo antes que el último talón, del último pie, del último de la fila cruzara el dintel, movió el meñique de la mano izquierda que tenía oculta tras la espalda, con disimulo, ya que no podía permitir que el resto de los vecinos se dieran cuenta de un cambio arbitrario en el fallo declarado, no sea que dudaran de su justicia y se armara una buena.
Con el imperceptible movimiento de dedo, Dios concedió un don que dulcificara el castigo, engarzando en la sonrisa de cada vástago de la casta desterrada un rayo de la luz que ilumina Paraíso. Así, con tal de mirar el rostro de sus hijos, verían bajo esa luz las situaciones, mitigándose la desesperación y el miedo del ánimo de los hombres, y las fuerzas agotadas en vivir bajo tan duras condiciones tornarían de nuevo, alcanzando a realizar esfuerzos que creían imposibles.
Dios suspiró cuando se cerró la cancela, los que estaban a su lado creyeron que era por la satisfacción de ver su voluntad cumplida, pero el aliento de desahogo lo provocó el alivio que sentía por haber corregido in extremis el contenido de la sentencia. Terminado el espectáculo se disolvieron los congregados, y cada cual marchó a ocuparse de sus tareas.
Después Dios permaneció en silencio largo tiempo (digo tiempo y digo después, para entendernos, pero en Paraíso no tiene sentido hablar de tiempo, pues allí siempre es siempre). Todos en Paraíso achacaron el mutismo al disgusto de haber tenido que imponer tan dura condena a parte de sus administrados. Pero no sólo era por eso, también estaba extrañado, era la primera vez que variaba de opinión ya dictado el veredicto. Se podría decir entonces que casi había fallado, y eso para Dios es motivo de mucha preocupación.
Esto fue lo acontecido tal y como se ha transmitido de bardo a bardo, como me lo contaron así os lo he contado. Al plasmarlo aquí, cumplo mi misión de difundirlo.
Exposición de motivos
Ahora por fin, con paciencia y humildad infinita. La comida estará cuando tenga que estar, ni un minuto antes, ni un minuto después. Lo que se pretende es ofrecer un menú del día (que no diario) digno, económico y más o menos variado; dieta lectiva, de temporada, de la que me (te) da fuerzas para continuar remando.
No se aspira a tener una carta extensa, tener demasiado para escoger provoca agobio e indecisión. Sólo se sacará una nueva receta cuando se tenga el convencimiento de que estará rica.
Removeremos el contenido de la olla las veces que haga falta. Jamás se considerará un plato finalizado, se rectificará continuamente de adjetivación, de puntuación, de ortografía… Será imperceptible, pero cuando repita, la nueva toma seguramente tendrá un toque distinto a la anterior. Es la única manera que sé de cocinar, lo siento.
Jornada de reflexión
Dejadme tranquilo, no soy un hincha, no tengo el estómago agradecido, mi reflexión es importante, de mi depende quién gobierne la próxima legislatura.
Lo malo de pertenecer a una minoría es que nunca gobiernan para ti. Aunque decidas. Es el precio de la responsabilidad y de la decencia.
Nueve palabras bastan
No voy a ser manido, hortera u ordinario. No voy a poner ni la letra, ni el audio, ni el video. Para qué, cuando nueve palabras bastan:
Depresión
Puedo escribir
xxxxxxxxxxxxxuna enciclopedia de soledades,
xxxxxxxxxxxxxun tratado de ausencias,
xxxxxxxxxxxxxuna carta de navegación que guíe a ninguna parte,
xxxxxxxxxxxxxun manual de cómo perder guerras,
xxxxxxxxxxxxxun discurso para decir a nadie,
xxxxxxxxxxxxxuna revista de pasatiempos para las noches en vela,
xxxxxxxxxxxxxun vademécum de fármacos letales,
xxxxxxxxxxxxxuna carta de amor a una pena.
Los versos más tristes no, porque ésos ya se escribieron.
Habito en la fosa común
del cementerio
de la necrópolis
de la ciudad de los muertos.
Soy un vivo muriente. Paradigma de la agonía. Prueba absurda de resistencia.
Terror nocturno
La empresa de mi padre fue comprada por una multinacional. Él, con otros muchos, fue invitado a marcharse, es decir, o continuar bajo el yugo de un nuevo contrato leonino, o coger la indemnización legalmente establecida y a la calle. Supongan que tan leonino era el contrato si un hombre ya maduro con hijos a su cargo optó por coger la plata. Con el dinero recibido se decidió montar un negocio, le venía de familia, sabría hacerlo. Imaginaos los principios, la incertidumbre de no saber si aquella tienda iba a cuajar se instaló en casa como una densa niebla que lo empapaba todo.
Recuerdo estar acostado sin poder dormir, porque yo, un niño, estaba preocupado por lo que nos podría pasar si aquello no funcionaba, porque yo, un niño, sentía por primera vez miedo del mañana. Terror nocturno.
La esperanza
No llama la atención porque viste de diario. Porque las expectativas sobrepasan siempre al resultado del concepto. Pues en verdad nunca gana, pero no es menos cierto que jamás pierde. Que siempre está ahí, con las manos destrozadas de agarrarse a todos los clavos ardiendo. Que cuando habita un espíritu desierto sobrevive en forma de egoísmo hasta que su anfitrión sienta plurales los deseos.
El otro día la calle estaba embuchada de toda clase de vehículos, maciza. Llovía, ya sabéis: no valen los cláxones más que para desahogarse, tampoco sirven los semáforos, y se desconoce quien fue primero, si el agente municipal o el embotellamiento. Allí estaba yo: atrapado en un atasco de proporciones capitalinas. Noté primero el cambio en el gracejo de los pitos, ya no insultaban ni se quejaban, ahora el tono era unísono, apremiante, avisaban a la manada de que algo iba mal, que había que estar atentos. Al rato se escuchó una sirena acercándose, no me sorprendió, mis congéneres me habían advertido... Suspiré... "Lo que faltaba", me dije... "A ver ahora por donde viene"...
A medida que aumentaba el volumen del lamento sintético arreciaban más los pitidos, la progresión del jaleo me afilaba los nervios, miré hacia atrás pero aún no se veía venir la urgencia. Hubiera querido que se desviara por una bocacalle evitándome así problemas. No fue así. Pasados unos minutos las luces anaranjadas centelleaban en el retrovisor y los aullidos me resoplaban en el cogote... Instintivamente embragué y metí primera ...
Creedme cuando os digo que, desbaratando mis leyes de la física, surgía un carril al apartarnos todos y cada uno de los conductores con ese propósito concreto, por el que colaba como una flecha una ambulancia que venía haciendo la contrarreloj más seria.
Pensé entonces que no era necesario estar frente al mar rojo hace milenios, junto a un señor con túnica, barbas grises, cayado y cara de Charlton Heston, para presenciar el milagro de que se retiren las aguas para dejar pasar al sufrido pueblo.
Lo he visto. Lo sé.
Diatriba
Próximamente hablaré de la esperanza. No se puede habitar constantemente en el desaliento.
Además, puede que esté siendo injusto. No hace tanto tiempo que creía más en la bondad de las personas. Puede que me esté haciendo viejo, nada más, nada menos...
El fin y los medios
Ahora el mensaje está lastrado por la institución, pero la institución, mal que bien, custodia el mensaje. ¿Merece la pena conservar el mensaje del amor si a cambio hay que mantener la institución a cualquier precio? ¿Realmente sin la institución no sobreviviría el mensaje? ¿El triunfo del mensaje llegará cuando no necesite de una institución que le guarde?